Pizza napolitana y adicional con anchoas, incomibles (mala textura, mal sabor, mozzarella americano) y Hamburguesa regular de carne estuvo “o.k.”, pides las papas adicional por lo cual te vuelven a cobrar. Los jugos de maracuyá aguados, la Coca-Cola no la supieron echar a perder. El servicio lento, sin muchas ganas de atender. No recomendable.

Coctel de langostas (echar a perder una langosta con ketchup) y buen ceviche de pulpo de entrada. Pasta bolognesa para los niños “o.k.”, almejas al ajillo (faltaba consomé y sobraba el aceite), zarzuela de mariscos (muchos “animalitos”, resuelta). El cuba libre aguado.

La ubicación al lado de un riachuelo y una pequeña catarata es fantástica. Las almejas buenas, la pizza prosciutto so-so, los fettuccine en chef fantásticos, muy recomendables.

Fuimos a tomar un café y comernos un dulce; el capuchino es bebible, el cheesecake y el mouse de fresa buenos.

Atención muy amable. La pizza al horno de leña con una masa muy fina y crujiente. Los ñoquis realmente muy buenos, los disfrutamos con dos salsas, una bolognese y la otra 4 quesos. La pasta bien.

El lugar sorprende cuando pasas a la parte trasera, en el jardín construyeron una terraza con bar y tocan música en vivo a un volumen que permite comunicarse sin gritar. La comida es la típica tex-mex, los chicken fingers muy bien, la hamburguesa de Big Daddy fantástica (cocción a su punto), los nachos o.k. Se pasa un momento muy agradable.

Con las buenas reseñas que le han dado a esta panadería pasamos con la intención de comernos un dulce y tomarnos un café en este día lluvioso. Al entrar te recibe el típico olor a panes horneados, realmente divino. Lo mas apetecible de lo expuesto a esta hora parecía la palmerita la cual probamos.... y nunca llegamos a probar el café.

Una propuesta culinaria seria, exquisita y sincera. Comida tradicional italiana llevada al gourmet. Todas las pastas artesanales. Gnocchi Pintao a base de papa bien hecho con textura y tamaño óptimo acompañado de salsa gorgonzola. Ravioli al Pesto, Fetuccini Alfredo con Pollo e Funghi, Pappardelle Campo Mar... todos platos harmónicos al ojo y al paladar. Si quieren comer bien en su paseo por El Valle, Da Vinci es una parada obligada.

El restaurant es sencillo, rústico. Las porciones son buenas pero el cocinero no tiene sazón: la bruschetta tradicional de formato sobredimensionado le falta el toque de buenas hierbas, el sancocho muy simple y aguado, las zarzuelas de mariscos (dos personas la comieron) disparejas en sus mezclas pero igual de sosas (variedad de mariscos en su punto pero que no terminan de formar una unidad en la zarzuela como tal), el pulpo al ajillo le faltaba el ajo.