Oriol Serra
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Stizzoli (12 de Octubre)
Tenía buenas referencias pero por su ubicación alejada de nuestra rutina nos costaba tomar la decisión de visitarlo. Sin duda fue un error porque después del primer almuerzo nos ha conquistado el paladar más allá de las pizzas. En la primera visita fuimos ampliamente agasajados por el dueño y a nuestra selección se sumaron generosas cortesías que completaron una degustación muy amplia que me permite asegurar que lo que se cuece aquí es mucho más de lo que sale del horno para pizzas, hay cocina y de la buena! Destaco un espectacular risotto de langostinos con azafrán y aceite de trufa que volvió a ser indispensable en la segunda visita. Igualmente de gran mérito los raviolis gigantes rellenos de espinaca a la carbonara, un deleite para los pequeños y los no tan pequeños. El punto culminante para situar a Stizzoli entre los restaurantes favoritos de nuestra familia para un almuerzo dominical fueron los postres y especialmente el tiramisú adornado con nutela, pedimos uno para compartir y luego del primer bocado los niños se volvieron como locos, como si jamás hubieran probado un dulce, lo atacaron con tal pasión que en pocos segundos desapareció del plato y suplicaron por repetir otra ración para cada uno como si mañana fuera a explotar el planeta. Al siguiente domingo hicimos la pregunta a los pequeños: ¿Donde desean comer hoy?.. desde entonces es habitual ver a unos niños perder el temple cuando llega el tiramisú más mágico de la capital panameña.
Estilo Campo
En un reciente día festivo, queriamos almorzar en un restaurante a pesar de saber que la mayoría de nuestros favoritos estaban cerrados, circulaba sin rumbo por San Francisco y literalmente caimos frente al Estilo Campo, sin habernos percatado en 3 años que en esa casa existía un restaurante, entramos con la incertidumbre de quien no sabe en que se está metiendo. Ha pasado poco más de una semana y ya hemos repetido visita, así que pueden imaginar que de la improvisación y el desconocimiento nació una inmediata comodidad y bienestar. La primera visita fue el tanteo, entre la sugerencias triunfaron rotundamente las butifarras a la brasa (lo que los argentinos llaman chorizo) y el asado de tira sin hueso en los principales acompañados de excelentes patacones y un pan casero enaltecido con el mejor chimichurri que he probado en la ciudad, regado con un excelente carmenere extraido de una completa cava de vinos, inesperada por su variedad. En la segunda visita, el local a rebosar, domingo en hora punta, nos reciben con hospitalidad, reiteramos los éxitos, añadimos la molleja y ensayamos el bufet de ensaladas. El asado no llega en el término solicitado y sin mala cara nos cambian la carne, ofrecen varias cortesías como disculpa, entre ellas una sangría de campeonato. Recibimos los nuevos asados de tira que colman de satisfacción al grupo. ¿eso es servicio?. El local quizás está necesitado de cierta actualización pero tampoco desentona con los de su competencia por la presencia de los clásicos elementos alusivos a la pampa, en cuestión de brasas no miro más que la llama y el plato. El beneficio principal para nuestros intereses es que se aparta de los "dobles propósitos" de otros argentinos (comida de negocios, fomento de tragos, "tentaciones"....) y marca claramente una filosofía casera y de bienvenida a familias, hasta el punto de que solo una semana después, al preguntarle a nuestros hijos donde querían almorzar el domingo, al unísono solicitaron repetir visita.
Mi Ranchito (Causeway)
Hemos visitado este lugar en dos ocasiones, muy espaciadas en el tiempo, la primera casi al llegar a Panamá, por la curiosidad de descubrir comida panameña, aunque más bien lo utilizamos como abrevadero de lo sedientos que estábamos por el paseo en bicicleta por el causeway en un día de calor bochornoso. En la segunda oportunidad, acompañados por amigos panameños, fuimos al desayuno "típico". Se trataba de un bufet de estilo hotelero con el ABC de las frituras y guisos del país. El lugar estaba abarrotado de gente por lo que es indudable que es un negocio arraigado profundamente entre los locales. Tardamos en conseguir mesa y me entretuve con unos pedacitos de chicharrón (buenos). Siendo como soy, amante de todo lo que el cerdo nos ofrece, el chicharrón es uno de los manjares más increibles del planeta pero administro con prudencia su ingesta por las consecuencias en las arterias, pero cuando está frente a mis ojos es como escuchar el canto de las sirenas y, como Ulises, o me atan al mástil de la nave o voy directo al fondo arrastrado por la gula. Por la cantidad de grasas saturadas de gran parte de las recetas tradicionales de Panamá en el desayuno, chicharrón incluido, se hace necesario espaciar este tipo de visitas para no sentirse demasiado culpable ante el médico de cabecera o el del seguro privado de salud. Si esta hubiera sido la única experiencia en desayunos de estilo panameño podría decir que no estuvo mal como aventura, pero como posteriormente hemos descubierto otros lugares de oferta similar, comparativamente puedo decir que este sería de los regulares y dificilmente regresaremos, no es solo por la comida, influye también el confort, ya que en días soleados el lugar resulta caluroso y el tipo de comida no ayuda precisamente a refrescarse. Para gozarlo sin reservas, hay que tener salud a prueba de bomba o haber sido bendecido con una genética especial y exclusiva que solo poseen aquellos con cédula y pasaporte de la República. Admirable !!!!
Ego y Narciso
La Plaza Bolívar es uno de mis rincones favoritos de la capital panameña, tiene una magia especial, nos hace sentir de forma abrumadora el carácter del Casco Antiguo y desata la imaginación de como era la vida en Panamá cuando todo lo relevante sucedía en las calles y plazas de intramuros. En plazas como Bolívar, Catedral o Plaza Francia se ha escrito la historia de este país, como bien retrata el libro de Juan David Morgan "Entre el Cielo y la Tierra", en cada ocasión que visito estos escenarios no puedo evitar evocar su peso histórico y considero un privilegio sentarme a cenar en alguna de las terrazas del perímetro de la plaza. Ego y Narciso no es nuestra primera opción, pero no por su calidad gastronómica, si acaso por una oferta más pensada para la cena en pareja y el encuentro entre grupos de adultos y nosotros solemos visitar el casco con los niños y buscamos mesas para contentar a toda la familia. El lugar es sofisticado en su interior y muy ameno en la terraza, son diestros en la preparación de buenos cocteles y se nota que hay una mano sensible en este proyecto, incluida la cocina. Al haber disfrutado de noches con amigos, hemos podido degustar con amplitud la carta y ningún plato decepciona, todos tienen "algo" que los hace distintos y originales como si el chef andara en un periodo de incubación para lograr satisfacer a visitantes de todo origen y condición sin dejar de intentar expresar su íntima creatividad. Estoy convencido que logra apasionadas reacciones en muchos gastrónomos exigentes, en mi caso aún no se me ha puesto la piel de gallina ni he soltado onomatopeyas, y no se trata de una crítica, más bien impotencia ante la evidencia de saber que hay talento como para alcanzar el cénit en un plato pero en el último instante, ante la presión del arte, dar una pincelada más, un giro innecesario, una exageración ante la duda para errar en el equilibrio final, en la emoción. Está cerca del final del laberinto el artista y seguró lo logrará.
Leños & Carbón (Causeway)
A lo largo del año visitamos unas cuantas veces las islas de la calzada de Amador, principalmente para desayunar al estilo panameño en un par de locales antes de la visita con los niños al zoológico marino del centro smithsonian de Punta Culebra, de modo que en contadas ocasiones almorzamos o cenamos por la zona. Mi socio y su familia hablaban constantemente de este restaurante y alababan sus carnes, al final un mediodía festivo fuimos con ellos a comer. El lugar estaba abarrotado y según entendí es lo habitual debido a su enorme éxito entre los panameños después de años de trayectoria. La calidad de la comida estuvo muy por encima de las expectativas ya que lo catalogaba como un comedor sin mayores pretensiones, es decir, cantidad por encima de la calidad y a precios solidarios. No es exactamente así aunque parte de la oferta (vi una picada variada servida como si fuera una montaña de comida mezclada) nos haga pensar en esta fórmula. La carta es muy, pero muy, amplia, de forma que es capaz de satisfacer a cualquier comensal, lo que demuestra habilidad comercial ilimitada. En nuestro caso nos dejamos recomendar para entrarle al "bisque", una crema de mariscos, buena y reconfortante, unas conchuelas gratinadas también buenas. Mientras veiamos pasar decenas de órdenes de pescado frito colocados graciosamente en el plato, alzados con varas como si fueran un trofeo de pesca, curioso y original, apetecible para los que gustan de esta preparación, yo prefiero otras formas de abordar el pescado. En nuestro caso apostamos por los cortes vacunos, la punta de palomilla se ofrece como el corte estrella de la casa y es lo que pedimos. Se sirve sobre una plancha caliente para mantenerla caliente. La verdad es que me sorprendió por su calidad, tierna, sabrosa; y fue la clave para provocar el regreso días después por la noche para disfrutar de la cena en la terraza con vistas al mar. Sin duda una alternativa de buena relación calidad/precio para comer en el causeway
Diablicos
Visitamos el restaurante hace semanas, imagino que su apertura era muy reciente, y nos llamó poderosamente la atención la opción de experimentar con la cocina panameña revisada bajo criterios de "vanguardia", así nos argumentaron en la puerta del restaurante su oferta. Entramos por tanto sin referencias previas de amistades ni lecturas de testimonios en Degusta, a la "aventura" pura y dura. 45 minutos después y con 100 dólares menos en el bolsillo, atravesábamos el umbral en dirección a la calle cariacontecidos y muy decepcionados por no decir enfadados. Como no soy rencoroso, olvidé por completo esta mala experiencia hasta que hoy, de regreso por estos lares virtuales, veo su nombre en la palestra y pensé que en esta oportunidad rompo la norma de no escribir de los fracasos, fue demasiado notorio el desastre. Ninguno de los platos nos conquistó el paladar y los principales (un pescado sin alegría ni sabor, y un cochinillo destetado hace lustros, seco, duro y antipático) fueron devueltos a cocina con la bandera a media asta en señal de luto. Los mesoneros no se atrevieron a preguntar, era demasiado obvio. Los entrantes, sin crear pasión, fueron anuncio de la tempestad. Al pagar si me preguntaron y mi respuesta fue contundente: el tamaño de despropósitos es tan mayúsculo que es imposible abordarlo en 5 minutos... tienen un enorme trabajo por delante para cambiar el rumbo porque así es imposible recomendar visita, y eso que la remodelación es inteligente, conociendo el espacio cuando era Indigo, y la barra del bar parece espectacular para tomar tragos con amigos venidos del extranjero con ganas de disfrutar del Casco Antiguo. Quizás deban explorar los valores de la barra, coctelería, música, vida nocturna y sus dueños revisar con sinceridad si esta es la senda adecuada para situar a la cocina tipica panameña en el mapa de la culinaria moderna latinoamericana. Para mi el camino es muy simple: saber cocinar.
LT Signature
Hoy en día no es extraño entrar a un hotel sin ser huésped para disfrutar de sus servicios, pero se trata de una costumbre muy nuevas ya que hasta no hace mucho había una frontera psicológica, uno iba a buscar a alguien hospedado sin adentrarse más allá del lobby, el resto del hotel era privado, infranqueable, más allá de un salón de conferencias o eventos sociales. Ni mucho menos pensábamos en considerar la restauración del hotel como parte de nuestro ocio, de hecho, como huésped solo aceptábamos desayunar por comodidad, sabiendo además que el almuerzo y cena no cumplian expectativas, solo funcionalidad. ¿Cuantos miles de millones de dólares dejaron de facturar hoteles de todo el mundo por no apostar por su cocina? En los últimos años todo ha cambiado, la cocina de autor en hoteles se ha ido imponiendo en todo el mundo. en España grandes chefs de 3 estrellas Michelin como Adrià, Joan Roca, Ruscalleda o Berasategui tienen sucursal hotelera, y parece que en Panamá crecen ejemplos espectaculares de esta tendencia, uno de ellos es el Hotel Boutique Manrey con las iniciales LT que esconden la firma del francés con fama en New York Laurent Tourondel. En pocos días he acudido en 2 oportunidades al restaurante del lobby, la primera por trabajo y la segunda para corroborar en familia. No dejen de solicitar el pan de queso de cortesía, el "popovers", que es un bocado caliente, aromático e irresistible por su corteza crujiente e interior cremoso y hueco, el no va más. Del menú (pizzas, hamburguesas, etc), he insistido en los maki rolls que proponen. Imprescindibles el Signature Roll coronado con Caviar, el innovador roll con nueces de macadamia, mi fruto seco favorito, el de atun picante, y así hasta 7 distintos que hemos comido, todos de gran calidad. El lugar es ideal para cocteles con una barra que invita a quedarse y admirar al enorme caballo de metal que corona el espacio, un interiorismo y arquitectura de los que marcan tendencia y la cocina a su altura.
Maranello
dirigido a la organizacion: no he visitado todavia este restaurante, pero otro usuario parece haberlo hecho por mi, ha copiado literalmente lo que escribí sobre la pizzeria ciao bella pizza. ruego podais corregir esta situacion de copia absurda
Ciao Bella Pizza (San Francisco)
Rara vez en mis visitas a restaurantes entro en una pizzeria, si acaso como la pizza por accidente cuando aparece en una reunión casera y resuelvo el hambre con un par de pedacitos ya que me cansa el sabor de ingredientes de calidad ínfima mezclados bajo el yugo del tomate y la "casi" mozzarella. El problema es que la pizza pertenece ya a todo el planeta desde que se incorporara al fast food, una restauración que busca el mínimo coste y máximo beneficio en el volumen y que en nada se parece a su ancestro itálico. Cuesta por tanto reconocer dónde existen propuestas de valor gastronómico en locales que anuncien pizza, pero en el caso de Ciao Bella Pizza me llamó la atención las encendidas pasiones con la que amigos de confianza describían sus cualidades y decidimos visita. El local es pequeño, funcional, limpio con algunos problemas de humos, pero a la que aparecen sus pizzas ya no tiene importancia el entorno, solo los platos. Tres calibres a elegir, todos a precios increibles en relación a su calidad, en nuestro caso nos interesa el más pequeño pues abre la posibilidad de probar varias. El Secreto está en la masa, fina y con el crujiente perfecto, enriquecida con hierbas aromáticas y especias en el punto justo para enaltecer su sabor, el mejor ejemplo sería la Focaccia Bianca, aislada la presencia del embaucador tomate, podemos gozar de la supremacia de la masa con un fondo aromático anisado y adornada con quesos y embutidos para recuperar la virtud de que menos es más en cocina, sutil e inteligente selección de ingredientes. Miracoloso! Hemos probado 7 distintas de las que repetimos 5 en sucesivas visitas, los niños se vuelven locos con la "Gustosa". En mi caso reitero con la "Rucola" con jamón serrano, parmesano, tomate cherry y rucula, otra pizza que recupera viejos recuerdos de los viajes por Italia, en donde comer pizza artesana es innegociable y las multinacionales del fast food son unicamente hogar para turistas despistados. Les deseo todo el éxito.
Matsuei
He visitado en tres oportunidades este restaurante, bastante espaciadas en el tiempo, para confirmar en cada visita parecidas sensaciones, es un japonés que tiene toda la vida funcionando y que goza de reputación labrada durante décadas pero que personalmente me provoca claros y oscuros, logra éxitos en platos cocinados combinado con decepciones en donde nunca debería fallar un nipón que se precie: la calidad del pescado crudo para los sushis, sashimis y makis. El perfecto estado de conservación de una materia prima tan delicada debe ser la mayor preocupación de un restaurador de este tipo de comida y en mi caso, exigente hasta la saciedad en lo que a frutos del mar se refiere, nunca han logrado transmitir perfección en la presencia, textura y sabores del pescado crudo, ese "pero" que me deja al salir me impide agendar retornos en el corto y medio plazo. El lugar es acogedor como un restaurante de barrio de Toquio en la década de los ochenta, con una discreta sensación de decadencia que no le perjudica, le aporta un valor de tradición. En todo caso queda penalizado por un servicio poco entusiasmado por apoyar al cliente en la selección de una carta que es inmensa y variada, tanto que requeriría de un buen cicerone que nos permitiera adivinar donde se esconden los tesoros culinarios. A falta de consejos solo queda la toma de decisiones a riesgo, algunas exitosas, y muchas que no logran extraer un "mmm" de mi boca. Ese es el vaivén que siento en Matsuei, un quiero y no puedo, un puedo y no quiero que acaba cercenando la satisfacción de este comensal. Ante la escasa oferta de japoneses tradicionales y el exceso del modelo "californiano", es obligado retar a sus propietarios a convencerse de que ya hicieron lo más dificil, sobrevivir por décadas y adquirir una reputación legendaria, ahora les queda lo más fácil, recuperar la solvencia y exigencia en el presente para lograr la eternidad y un día. En ese día me tendrán de nuevo brindando con un ruidoso "Kampai"