Lissy79
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Junio de 2010
3 comentarios en Panamá
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La Taberna del Canal
Fuimos mi mamá, mi hermanita y yo a celebrar su cumpleaños. Nos llevamos una desilusión muy grande. La calidad de la comida la encontré muy regular. El filete llegó crudo y después de media hora. La comida salía muy lento de la cocina y la crema catalana sabía a maicena. No volveré
La Mar
No había regresado desde que se llamaba Astrid y Gastón. El restaurante era una franquicia concedida por el exitoso “restaurador” peruano Gastón Acurio, Lo cierto es que en aquella ocasión no llenó mis expectativas. Encontré un local frío y la comida no estaba a la altura del ambiente sofisticado que querían darle. Ahora llegué porque teníamos un verdadero antojo de ceviche o Cebiche, como ahora le llaman. Llegar a este restaurante siempre es complicado por el gimnasio vecino que llena las plazas del aparcamiento y los valets en su afán de recoger su propina se empeñan en pedirte la llave y si no puedes dársela, no te ayudan a encontrar un lugar libre. Cuando entramos mi esposo y yo notamos los cambios en la decoración que aunque sutiles, habían logrado dar un ambiente más cálido al local. Unas cañitas en el techo y las sillas de un material similar han conseguido que nos sintiésemos más a gusto. Nos sentamos en las primeras mesas. La actitud de la persona que nos atendió al principio no era demasiado amable pretendiendo más que escuchásemos lo que él decía que atender a nuestras preguntas, con lo que de nos hizo difícil orientarnos con los platos del menú. Luego aparentemente se relajó y empezó a sonreír, con lo que todos ganamos. El su propina y nosotros su servicio. Nos trajeron de cortesía que siempre se agradece, un vaso de metal con una entradita de yuca, otoe, papa y plátano fritos, finamente cortados a mandolina y crocantes, con unas salsas criollas tipo mayonesa que combinaban el dulce y el ácido, muy sabrosas. Mi esposo pidió una chalana de sushi y sashimi que resultó muy generosa y yo, dos ceviches. Uno llamado miraflorino que venía con la mayonesa de ají rocoto y uno clásico con la famosa leche de tigre que no es más que el resultado de la corta maceración del limón recién exprimido con los jugos del pescado crudo. En ambos noté tanto el pescado, el calamar y las cochuelas extraordinariamente frescos y el plato en sí muy refrescante y con un picante muy sutil que casi ni se notaba, como a mi me gusta. Muy sabrosos ambos. Regamos nuestra cenita con un vino blanco de la casa, correcto de sabor, aunque un poco subido de precio para ser como digo,“el de la casa”. Para postre compartimos unos suspiros limeños muy cremosos y que tuvimos que dejar a la mitad por miedo a sentirnos pesados a la hora de dormir. El resultado general muy positivo por lo que regresaremos.
Rincón de Filo
Fuimos mi mejor amiga, su esposo y yo. Compartimos los platillos porque nos habían avisado que eran grandes. La decoración me llamó la atención con sus arcos y techos altos, llenos de motivos náuticos y barquitos que cuelgan por todo el lugar. El ambiente delicioso y relajante con un jardín muy agradable. Una mesera muy amable nos atendió. Me encantaron los camarones al ajillo con su aceite aromatizado con ajitos dorados y las almejitas en salsa que no dejamos ni una por lo sabrosas que estaban. El filete llegó un poco demasiado rojo, pero como venía con su vaquita de hierro caliente se puso rápidamente en su punto. Para finalizar, un pie de manzana caliente entre ácido y dulce con un suave aroma a canela y que vino con un helado de vainilla que le daba un toque justo de suavidad y el contraste frío-caliente. Muy bueno. Volveremos pronto .